Lo que sabe la señorita Kim

Lo único que puedo hacer es mirar por la ventana y plantearme preguntas sobre el tiempo que me queda y sobre si algún día no me arrepentiré de haber dejado que transcurrieran tantas horas sin hacer nada.

Pienso que una no llora porque esté triste, sino que se siente triste cuando llora. Las ramas secas al otro lado de la ventana de la cocina tiemblan de forma sutil mecidas por el viento.

Era el gesto que hacías cuando algo te molestaba, cuando te hervía la sangre por la rabia pero tratabas de reprimirla, como queriendo decir que era inútil hablar conmigo. Ese gesto que me señalaba como la culpable de tus disgustos.

que las otras son ordinarias, que no vale la pena respetarlas?».

mientras seguía cada vez más tus decisiones y consejos como si esa dependencia fuera obvia.

El profesor jamás me citó fuera del aula ni me hizo preguntas personales. Siempre me trató de usted y nunca me llamó por mi nombre. Sí, me hacía muchas preguntas en clase pese a no estar matriculada en su asignatura, pero todas eran sobre física. Aun así, decías que veías en él intenciones turbias. Que su comportamiento te daba asco.

partir de aquel incidente, no pude actuar con naturalidad cuando estaba con hombres: imaginaba sus intenciones ocultas o que quizá malinterpretaban mi comportamiento o mis palabras.

Después de trabajar por las mañanas y recibir clases por las tardes, me sentía exhausta y lo único que quería era tumbarme en la cama

Me encontraba casi en un estado de aislamiento social al no mantener contacto con conocidos o amigos ante la falta de dinero y de tiempo

Me llamaste cobarde y me acusaste de ser conformista.