La huella como resto, como seña de una presencia ahora ausente, genera de manera ineludible la pregunta sobre la pertenencia, volviéndola una “cuestión ardiente”, es decir, política. Desentrañar esa pertenencia, lanzarle interrogantes a esa pertenencia, es la misión de la escritora en tanto ser con cuerpo. Y aquí se mezcla la materialidad de la experiencia con la materialidad del lenguaje con el componente siempre explosivo de la imaginación.