Puede, así, haber una persona llorando de dolor físico, mientras, a su lado, otra llora al pensar en Dios con un amor puro. En ambos casos hay lágrimas, que son efecto de un mecanismo psico-fisiológico. Pero en uno de los casos un engranaje del mecanismo es sobrenatural y hablamos de la caridad. De este modo, y a pesar de que las lágrimas sean un fenómeno tan ordinario, las de un santo en estado de contemplación auténtica son sobrenaturales.
En este sentido, pero solo en este sentido, los milagros de un santo son sobrenaturales, al mismo título que todos los efectos materiales de la caridad. Una limosna dada por caridad pura es un prodigio tan grande como andar sobre las aguas.