Las obsesiones místicas del último año, el acoso de la sombra de su hermano Hervé, sus gritos asegurando ser Jesucristo, etc., no ritman otra cosa que los patéticos estadios de la demencia, mientras, ajenos ya a Maupassant, los que fueron sus compañeros de la escuela naturalista lo lamentan, si es que no aprovechan la situación para lanzar alguna pulla burlona contra el demenciado.