El murciélago

El alma humana era un bosque profundo y oscuro en el que uno toma todas las decisiones solo.

En cuanto a las ideas delirantes, Harry… no debería subestimarlas. Son valiosas para cualquier cultura. Pongamos como ejemplo la suya. El cristianismo habla abiertamente de lo difícil que es creer, cómo la duda a veces carcome al sacerdote más sabio y piadoso. Sin embargo, ¿el reconocimiento de esa duda no es precisamente lo mismo que admitir que la fe que uno elige para guiar su vida es una idea delirante? Harry, uno no debe renunciar a sus ideas delirantes así por las buenas. Tal vez haya una recompensa en el otro extremo del arcoíris.

Todo lo que hay en este mundo está contaminado por los «quizá». ¿Por qué no puede nadie llegar y zanjar las cosas diciendo que son así y punto, que dos y dos son lo que sea y eso es todo? Haría la vida más fácil a mucha gente, créame.

La verdad es que nadie vive de la verdad y, por ello, a nadie le importa la verdad. La verdad que nos inventamos simplemente es la suma de lo que le conviene a la gente, sopesado con el poder que ostentan.

—Llevo toda la vida siendo policía, Holy. Sin embargo, sigo mirando a mis compañeros y me pregunto por qué lo hacen, por qué luchan en las guerras de los demás. ¿Quién querría pasar tantas penalidades solo para que los demás obtengan aquello que consideran justo? Solo los estúpidos, Holy. Nosotros. Tenemos la suerte de ser tan estúpidos que pensamos que podemos conseguir algo.

»Nos disparan y nos hacen papilla, nos destruyen, y un buen día nos tiramos al mar, pero mientras tanto, en nuestra infinita estupidez, creemos que alguien nos necesita. Y si un día descubres el engaño, ya es tarde porque ya nos hemos convertido en policías, ya estamos en las trincheras y no hay vuelta atrás. Nos preguntamos qué diablos pasó, en qué momento exacto nos equivocamos. Estamos condenados a ser bienhechores durante el resto de nuestra vida y condenados a fracasar. Pero afortunadamente la verdad es bastante relativa. Además de flexible. La torcemos y retorcemos para que quepa en nuestra vida. Al menos una parte. A veces basta con pillar a un maleante para alcanzar un poco de paz interior. Pero todos sabemos que no es sano dedicarse a fumigar durante mucho tiempo. Uno termina probando su propio veneno.

—Cuando tu bosque es tan oscuro que ni tú mismo lo conoces bien, quizá sea mejor no explorar demasiado. Es fácil caerse por un precipicio.

¿Y cuánto tiempo hace falta para conocer a alguien de verdad?

—Bueno, Harry, no se tarda necesariamente mucho en conocer los senderos más transitados del gran bosque oscuro. Algunas personas tienen caminos rectos y bonitos con farolas y señales de tráfico. Parece que te lo cuentan todo. Pero en esos casos nunca des nada por supuesto. Porque los animales del bosque no los encuentras en los caminos iluminados, sino en la periferia, entre los matorrales y los zarzales.

Volvió su pecoso rostro hacia el mar y el viento peinó hacia atrás su melena pelirroja.

Parecía una medusa melena de león. Él no sabía que las medusas podían ser tan hermosas.

Birgitta se inclinó sobre la mesa. Harry desvió la mirada del escote de la chica. Sintió su suave fragancia, e inspiró con avidez. No debía dejarse embaucar. Esos cabrones de Karl Lagerfeld o Christian Dior sabían exactamente lo que se necesitaba para atrapar a un pobre hombre.

Birgitta olía maravillosamente.

Intentamos discutir en aquella habitación de motel de Sidney, pero ya ni siquiera éramos capaces de discutir.