Lo que es seguro es que tenemos un papa que ha decidido, de manera completamente inédita y original, poner la más grande y bien estructurada organización religiosa del mundo al servicio de un proyecto político que se propone insistir en algunos problemas específicos (agua pública, leyes sobre el salario mínimo, defensa de los desahuciados, etcétera), que mira con esperanza hacia el futuro del mundo y que no tiene miedo de mostrarse contracorriente.