La clave de la mejor narrativa contemporánea, decía Nabokov, no es ya el interés por la trama, o la identificación con los personajes, sino la fascinación del lector por la inteligencia del que narra la historia. En Minga! la escritura —o el estilo si se prefiere— es una condensación tan clara del estado de gracia y de la destreza narrativa de su autor que al leerla nos convencemos de que una novela tendría que ser siempre así: rápida, divertida, inventiva, lúcida, luminosa.