Ese aire libre, ese viento que me golpea en el alma de la cara y la deja ansiosa imitando un angustioso éxtasis nuevo cada vez, nuevamente y siempre, cada vez la inmersión en algo sin fondo donde caigo siempre cayendo sin parar hasta morir y lograr por fin el silencio. Oh viento siroco, no te perdono la muerte, tú que traes un recuerdo lastimado de cosas vividas que, ay de mí, siempre se repiten, incluso bajo formas otras y diferentes. La cosa vivida me espanta como me espanta el futuro. Este, como lo ya pasado, es intangible, mera suposición.
Estoy en este instante en un vacío blanco esperando el próximo instante. Contar el tiempo es solo una hipótesis de trabajo. Pero lo que existe es perecedero y esto obliga a contar el tiempo inmutable y permanente. Nunca ha empezado y nunca acabará. Nunca.