La naturaleza parece darle la razón. Todo lo que se desarrolla, crece y florece, procede por «pasos cortos», los grandes cambios son catastróficos. Lo que pasa es que los pasos pequeños difícilmente despiertan entusiasmo, las promesas utópicas, en cambio, encienden a las masas y las ponen en movimiento. Además son tan «evidentes», que sólo un idiota o un malvado podría oponerse a ellas.