Me acuerdo

Me acuerdo de que la avenue de New York se llamaba ave

Me acuerdo de que el bizcocho cuatro cuartos debe su nombre al hecho de que está compuesto de un cuarto de leche, un cuarto de azúcar, un cuarto de harina y uno de mantequilla.

Me acuerdo de una revista que se llamaba Je sais tout y cuyo símbolo era un hombre que tenía el cuerpo en forma de globo terráqueo (¿o era más bien un globo terráqueo que hacía las veces de su cara?).

Me acuerdo de que uno de los libros que me hacía soñar más era un tratado de la buena vida con un prefacio del barón André de Fouquières.

Me acuerdo de las secciones «¿Verdadero o falso?», «¿Sabías que…?», «Increíble pero cierto» de las revistas para niños.

Me acuerdo de que empecé a ser, si no bueno, al menos un poco menos pésimo en inglés, a partir del día en que fui el único de la clase que comprendió que earthenware quería decir «cerámica».

Me acuerdo de la época en que un edificio (de diez plantas) que acababan de construir al final de la avenida de la Sœur-Rosalie era el más alto de París y pasaba por rascacielos.

Me acuerdo de los autobuses de plataforma: cuando queríamos bajarnos en la siguiente parada había que tocar un timbre, pero ni demasiado cerca de la parada anterior ni demasiado cerca de la parada en cuestión.

A petición expresa del autor, los editores han dejado a continuación de esta obra algunas páginas en blanco sobre las que los lectores podrán anotar los «Me acuerdo» que la lectura de estos, confiemos, les haya suscitado

recuperar un recuerdo casi olvidado, prescindible, banal, común, si no para todos, al menos para muchos