Tres años de vivir día a día con la sangre, brutalidad y abyecta miseria que permean la subcultura criminal lo dejaron hastiado, enfermo, desilusionado y lleno de ira hacia la hipocresía imperante de la sociedad amable. Para ganarse la vida, se dedicó a tocar el órgano de tubos y dedicó gran parte de sus esfuerzos a lo que habría de convertirse en la labor de su vida