Porque la revolución es eso, una de las revoluciones de la meditación. En vez de mostrar animadversión a pensamientos de los que no estás demasiado orgulloso, en vez de intentar erradicarlos, te conformas con observarlos sin convertirlos en un drama, ya que existen, ahí están. Ni verdaderos ni falsos, ni buenos ni malos: son microsucesos psíquicos, burbujas en la superficie de la conciencia. Si lo ves así, sin siquiera darte cuenta, pierden su influencia y su nocividad. No hay que juzgar los pensamientos propios ni tampoco los del prójimo. Hay que aceptarlos tal como son, verlos como son. Sí, es una tercera, y quizá la más exacta, definición de la meditación: ver tus pensamientos tal como son. Ver las cosas como son.