Cuando volvió, me preguntó por qué no me sorprendía que fuese gay, que por qué nadie se sorprendía cuando lo contaba, que al final nadie le había avisado y se había estado desperdiciando. Cuando mi mamá se enteró de su crisis lo sentó y le dijo que nada de desperdicio, que la vida tiene profundidad, no es una carrera, tiene niveles, capas, subsuelos. Que uno cree que avanza, pero la mayor parte del tiempo nos estamos corriendo la cola.
–Es un baile, no hay que ir a ninguna parte.