¿Será que cuando hablamos del amor también hablamos de ciencia? ¿Qué es eso que hace latir más rápido nuestros corazones, obsesionarnos con un nombre o unos ojos, escribir poesía o aceptar quedarnos con una pareja pase lo que pase? Ya decía Hipócrates que del cerebro, y sólo del cerebro, nacen las emociones, pero hoy podríamos agregar que también están en el estómago, en el corazón, en nuestros ojos y –lo que no es poco– en nuestra historia.