Se entrenaba a un conjunto de ratas para asociar un sonido con un dolor, de forma que cada vez que lo escuchasen manifestaran una respuesta emocional negativa. Por otra parte, mediante estimulación eléctrica se anestesiaba su corteza auditiva, ante la hipótesis de que si los animales no eran conscientes del sonido no podrían manifestar la aversión al dolor. Sorprendentemente, los animales reaccionaban ansiosamente ante un sonido que no escuchaban.