—Ese sí que es un alegato singular. La Iglesia no es una mera institución, como usted la llama, sino la encarnación del Espíritu Santo.
—Ah, bien, aquí disentimos. A mi juicio es más probable encontrar la encarnación del Espíritu Santo en cualquier otra parte; por ejemplo, en esos dos millones de mujeres que han sido violadas a consecuencia de las políticas militares durante las guerras civiles de África Central.