—Tengo millones de preguntas. ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Cómo me has encontrado? ¿Cómo…?
—Calla, Greta.
Su boca caliente envolvió mis labios y atajó cualquier posible pregunta. Me besó con abandono, implacable. Si tenía alguna duda sobre el punto en que estaban las cosas entre nosotros, el toque posesivo de su beso, la forma en que pegaba su cuerpo al mío, la resolvieron.
Aquel beso contestó a muchas cosas sin necesidad de que dijéramos nada. Su lengua azotando la mía, los sonidos guturales que brotaban de su garg anta… era la primera vez desde que le conocía que lo sentía en mis huesos: Elec era mío. Todas las reservas del pasado, cada pequeño jirón que nos había estado frenando, todo había desaparecido.
Yo aún no conocía toda la historia, no sabía por qué de pronto estábamos en aquel punto, pero tampoco sé si eso importaba.
Mis dedos pasaron entre su pelo con desesperación y lo abracé con fuerza.
No vuelvas a dejarme nunca, Elec.
Los dos seguíamos inmersos en nuestro pequeño mundo particular, a pesar de toda la gente que teníamos a nuestro alrededor, bailando, chocando contra nosotros. Elec susurró algo contra mis labios, con la frente apoyada en la mía.
—Estaba esperando a que terminaras el libro para poder venir a ti. Ese era el plan.
—¿Has estado en Nueva York todo el tiempo?
—Ya estaba en Nueva York cuando te lo mandé.
—Oh, Dios. —Hundí la cara en su pecho y saboreé su olor sin sus cigarrillos. Lo miré e hice la pregunta, tenía que hacerla, aunque era obvio—. ¿Has roto con ella?
Él asintió.
—Pero el final… —seguí diciendo yo—. Decías que ibas a hacer lo correcto. Pensé que…
Él me hizo callar con un nuevo beso y luego habló:
—Ya supuse que pensarías eso. Pero lo correcto era… admitir que nunca podría amarla plenamente si mi corazón latía con más fuerza por otra. — Sus manos me sujetaron el rostro—. Mi corazón no ha callado desde que te vi aquel día en el jardín. Y al final le he hecho caso. Solo necesitaba un poco de tiempo para aclarar mis pensamientos y entender qué quería realmente.