Toda la historia del Ramayana gira alrededor del reencuentro de nuestra energía con nuestra consciencia. Nuestra energía, por culpa de la mente, se siente atraída por estas distracciones mundanas, y acabamos atrapados por la mente y el entorno ilusorio en el que vivimos. Estamos tan incrustados en este océano de maya que tendemos a provocar la ruptura de la conexión con nuestro ser interior. Para dominar Ravana, es decir, la mente, Rama tiene que dispararle al ombligo, lo que significa que para dominar nuestra mente tenemos que profundizar en sus raíces.
Cuando Rama y Sita regresaron a Ayodhya, tuvieron lugar las celebraciones de Diwali. Cuando desenfundas tu esterilla, celebras la unión de Rama y Sita dentro de ti, y de esta forma logras iluminar tu vida, tu camino, tu mirada, tu ser, siendo más feliz y sintiéndote lleno de bienestar.
Son estas alegorías las que sostienen nuestra práctica de Yoga, porque cuando no hay una comprensión profunda del porqué practicamos asanas, se pierde la esencia de la práctica de Yoga; no hay consciencia.