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Carl Spitteler

Imago

En 1906, el escritor suizo Carl Spitteler publicó su novela Imago, que obtuvo un éxito considerable en el seno de la comunidad psicoanalítica naciente. El argumento de esta novela es sencillo: Viktor, un joven poeta, decide viajar hasta la ciudad de X para encontrarse con Theuda, el amor de su vida. Sin embargo, a las pocas páginas nos preguntamos quién es esta enigmática mujer, felizmente casada con el director Wyss que no parece conocer de nada al perplejo Viktor. Tras el grave desengaño, irán apareciendo por las páginas de esta bellísima novela personajes tan singulares como la Rigurosa Señora, capaz de regir las acciones de nuestro protagonista hasta la locura; Pseuda, la falsa Theuda, que jura y perjura no haber visto a este hombre en toda su vida y, por último, Imago “culpable” de todos los males que acontecen a Viktor y extrañamente emparentada con la Rigurosa Señora.
La mezcla de fantasía y realidad, así como el tema de la mujer, a la vez inspiradora y destructora, fascinó a otro eminente suizo, Carl Gustav Jung, que elaboró su noción de Imago a partir de la lectura de esta novela.

“Carl Spitteler es nuestro Homero; es el mayor poeta en lengua alemana desde Goethe.”
Romain Rolland
213 printed pages
Copyright owner
Bookwire
Original publication
2012
Publication year
2012
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Quotes

  • Andreahas quotedlast year
    En consecuencia...», aquí sus pensamientos se detuvieron en seco, resistiéndose a las conclusiones.

    En su lugar completó la frase una voz tenue que salía del fondo más oscuro de sus sentimientos: «No hay esperanza», susurró la voz. Y como si hubiera sido la entrada, de repente se alzaron desde todas partes cientos de voces que repetían a coro la frase «no hay esperanza»
  • Andreahas quotedlast year
    ¡Desmedrados, consumidos al servicio de su Rigurosa Señora! ¿Y para qué? Para una mudanza en el futuro. Siempre el futuro..., ¡nunca el presente! Pensaba que pronto sería hora de que por fin llegara ese futuro, ¡a sus treinta y cuatro años!
  • Andreahas quotedlast year
    Entonces mi amiga inclinó la cabeza y mi dueña la bautizó con el nombre de Imago.

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