Cada una de estas formas de definirla cumple con un cometido y establece un marco de referencia para entenderla, medirla, valorarla y gobernarla. Cuando a la IA la definen marcas de consumo para la infraestructura empresarial, entonces son el marketing y la publicidad las que han predeterminado el horizonte. Cuando los sistemas de IA se ven más confiables o racionales que cualquier experto humano, capaces de realizar la “mejor acción posible”, entonces se está sugiriendo que debería confiárseles la toma de decisiones de importancia en salud, educación y justicia criminal. Cuando el único enfoque son las técnicas algorítmicas específicas, se está sugiriendo que solo importa el progreso técnico continuo, sin considerar el costo computacional de estos acercamientos ni sus impactos de alto alcance en un planeta bajo presión.
Por el contrario, en este libro sostengo que la IA no es artificial ni inteligente. Más bien existe de forma corpórea, como algo material, hecho de recursos naturales, combustible, mano de obra, infraestructuras, logística, historias y clasificaciones. Los sistemas de IA no son autónomos, racionales ni capaces de discernir algo sin un entrenamiento extenso y