—Nunca haría eso.
—Ahora lo sé, pero me convencí de que dejarte ir era lo mejor que podía hacer para protegerme. —Negué con la cabeza y alejé esos sentimientos tan horribles. Iba a contarle que habían decidido abrir una inspección con respeto a Gerald. Pero no era el momento—. Perdóname por no acompañarte como tendría que haber hecho. —Me miró como si no quisiera mis disculpas, pero no lo dejé hablar—. En serio —dije con voz temblorosa—. Cuando supe que tu padre estaba enfermo y que habías tenido que venir, solo, a enfrentarte a todo esto sin nadie a tu lado para consolarte. Que llevaba semanas en estado crítico y, sin embargo, me habías acompañado a España. Que… —Arrastré las palabras con la voz rota—. Que estabas dispuesto a darme tanto sin pedir nada a cambio. Me destruyó. Pero aquí estoy —susurré mirándolo a los ojos—. Estoy aquí y no me iré a ningún lado; no porque ahora crea que podemos estar juntos, sino porque no concibo estar en otro sitio que no sea a tu lado. —Tragué con dificultad, intentando contener las emociones que amenazaban con explotar—. Lo sabes, ¿no? —Me incliné para rozar nuestros labios. Suave, casi nada, mientras esperaba su respuesta.
—Ahora lo sé. —Un gruñido grave salió de su garganta. Me cogió la muñeca con más fuerza. El brazo con el que me rodeaba la cintura me acercó más a su pecho—. Lo sé, Lina. Y no pienso dejar que lo olvides. —La mano de la muñeca subió por el brazo hasta acunarme la cara. Me apoyé en su palma, sintiendo que podría vivir solo con las caricias y los besos de Aaron—. Hubiese vuelto a por ti, ¿sabes? Te dije que no dejaría que te rindieras. Todavía me debes esa palabra de cuatro letras
🩵🩵