Aunque Israel es la potencia hegemónica nuclear de Oriente Próximo, su dominio no es incontestable en la región, como tampoco lo es la legitimidad de los regímenes árabes antidemocráticos que de manera creciente se están convirtiendo en sus satélites. Por último, Estados Unidos, pese a todo su poder, ha desempeñado un papel secundario —a veces ninguno en absoluto— en las crisis en Siria, Yemen, Libia y otros países de la región.