Sazed preparó una sencilla sopa para desayunar. Marsh no regresó. Sazed lavó sus túnicas marrones de viaje en un arroyo cercano. Marsh no regresó. Sazed se cosió un roto de la manga, enceró las botas y se afeitó la cabeza. Marsh no regresó. Sazed sacó el calco que había hecho en el convento, transcribió unas cuantas palabras, luego, a regañadientes, lo dejó: le preocupaba difuminar las palabras abriendo demasiadas veces el papel o mancharlo de ceniza. Era mejor esperar a tener una mesa adecuada en una habitación limpia.
Marsh no regresó.
Finalmente, Sazed se marchó.