—¿Lo harías? —pregunto, levantando la vista hacia él—. Si te lo pidiera, ¿le perdonarías la vida?
—Sí —responde—. Mataría por ti... he matado por ti... pero también bajaría un arma y no la volvería a tomar si me lo pidieras. Los extremos a los que llegaría por ti son aterradores, Ratoncita. Tan fácilmente, podrías destruirme, y yo me acostaría y lo aceptaría. No me importa si vivo o muero, siempre que sea por ti.