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Carmen Martín Gaite

El balneario

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  • Paula Guillénhas quotedlast year
    . Hay muchos pasillos interiores que parecen inútiles y enorme cantidad de recodos y escalones. Pero, sobre todo, las puertas. Generalmente son de esas de dos hojas, que basta con empujarlas y se abren y se cierran sin ruido. Si no hubiera tantas puertas, aunque casi todas vengan a llevar al mismo sitio, este lugar no tendría movimiento ni emoción ninguna. Nadie se perdería y estarían todos sentados en círculo, mirándose a los ojos, pensando secretamente en escapar.
  • Paula Guillénhas quotedlast year
    La mujer de dentro de la luna se levanta también y avanza hacia ella, lenta, solemne y fantasmal. Se quedan paradas una frente a otra y se miran absortas, como haciendo memoria, como si no pudieran conocerse. Fijándose bien, la señorita Matilde advierte, de pronto, que la de dentro tiene en los ojos un poco de burla,
  • Paula Guillénhas quotedlast year
    Cuánta tarde queda por matar todavía! Matar la tarde. Irla matando célula por célula, minuto por minuto, y verla cómo va perdiendo sangre, sin ningún entusiasmo tampoco por su muerte, porque es como un trabajo rutinario, de oficina, el de matar la tarde. No hay riesgo, no hay opción a soluciones diferentes. Irse llenando los dedos de la sangre de la tarde, una sangre cenicienta
  • Paula Guillénhas quotedlast year
    Es poco, demasiado flojo. ¿Qué demonios estará soñando? Ahora menea la cabeza para los lados y hacia atrás, como si quisiera sacudir un moscardón imaginario, y abre mucho la boca; se le ve la lengua inerte y babosa, sacudida por los inútiles pujos de voz aprisionada, de la voz que se debate por alcanzar a ser algo más que esos sordos gemidos.
  • Paula Guillénhas quotedlast year
    Otra vez tiene la sensación extraña de que alguien la está engañando. Desconfía, se siente insegura.
  • Paula Guillénhas quotedlast year
    Ahora, en las pausas de los tambores, se oían otros golpes más tenues, pero más cercanos, como de alguien que me viniese a salvar, que me llamase desde otra orilla, a través de un delgado tabique. Alguien me estaba buscando con una luz muy fuerte para sacarme de allí, pero iban a pasar por mi lado sin verme, sin oírme. Sabía que todo consistiría en lograr dar un grito poderoso. Lo intentaba de nuevo, sin conseguir soltar el chorro de la voz. Lo ensayaba, a empujones cortos y continuados, sin tregua. Tenía una piedra enorme cegándome la voz, como la entrada de una cueva.
  • Paula Guillénhas quotedlast year
    entrado de un golpe, como si derribara la puerta, exagerando la violencia de su actitud para hacerse fuerte, y ha avanzado en línea recta, con los puños cerrados, hasta el centro de la habitación.
  • Paula Guillénhas quotedlast year
    De pronto tuve una extraña clarividencia. Por primera vez desde que habíamos llegado al balneario se me cruzó la idea de si estaría soñando. Se me abrió esta duda como una brecha en los muros de tiniebla que me cercaban, como la única salida posible, la única luz.
  • Paula Guillénhas quotedlast year
    Empezaron a oírse ruidos lejanos que se acercaban más; algo así como golpes acompasados contra un tambor y pasos de muchas personas arrastrando los pies procesionalmente. Apreté la cara contra el tronco del árbol y cerré los ojos. Venían los ahogados.
  • Paula Guillénhas quotedlast year
    Seguí andando de prisa. Tal vez Carlos no había muerto todavía. De estar vivo andaría por allí, muy cerca. Tal vez lo tenía a mis espaldas, entre los matorrales; tal vez era la suya aquella respiración que me parecía sentir algunas veces. También tenía miedo de que estuviese vivo. Quise llamarle y no me salía la voz.
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