Billete De Ida Y Vuelta

El nudo de Marta se deshizo de golpe y todo lo que durante semanas le había dicho Juan le inundó el pensamiento. Algo, muy dentro de ella, se desató y se dio cuenta de que fuera de su pozo estaba la vida, y de que tenía ganas de notar el calorcillo suave del sol sobre su cara, sentir el olor de las castañas asadas y ver las primeras luces anunciando la llegada de la Navidad. Pero, sobre todo, se dio cuenta de que tenía muchas ganas de volver a besar a un chico que le gustase.

T. —Y, sobre todo, deja de obsesionarte con tener un «cuerpo ideal». En la vida hay cosas mucho más importantes y mucho más interesantes que esta

T. —Además, la anorexia, como la bulimia (ya sé que Susana te ha explicado su problema y que, por lo tanto, sabes de qué hablo), solo llevan infelicidad a la persona que la padece y a la gente que tiene a su alrededor. De manera que

—Chica, esto de la anorexia es un billete de ida… a ninguna parte —dice con desánimo.
—No creas —intervino Susana, que sin que nos hayamos dado cuenta ha abierto la puerta y no se ha movido de allí esperando que la invitásemos a entrar. Inés le hace una señal: adelante—; puede ser un billete de ida y vuelta, si pasas de la anorexia a la bulimia.
«Un billete de ida y vuelta que puede tener la última parada fuera de este mundo», me digo. Y miro a Susana, que está decidida a bajar del tren y quedarse. ¿Y yo? ¿Qué pienso hacer yo?

sea, según la madre de Susana, hay que apoyarse en muchas patas (como si fuésemos arañas): la pata-familia, la pata-amigos, la pata-estudios, la pata-diversiones… Cuantas más patas, mejor. Y ocuparse de todas un poco. Y cuando una pata se rompe, hace daño, claro, pero no te caes porque las otras te sostienen