Tampoco yo lo tenía cuando empecé a escribir. Vivía en un pequeño apartamento en el distrito tokiota de Sendagaya (el edificio ya no existe en la actualidad), y cuando mi mujer se dormía, me sentaba a medianoche a la mesa de la cocina y empezaba a deslizar la pluma sobre el papel con su característico ruido seco. En esas condiciones escribí Escucha la canción del viento y Pinball 1973. A estas dos obras yo las llamo las novelas de la mesa de la cocina.