Álbum Iscariote

Me pregunto si la sabiduría
no es un fantasma que
–como en un cuento de James–
rentaba una casa.
Un fantasma desahuciado por las fluctuaciones
de la oferta y la demanda.

Explícalo con un mechón de tu pelo.
Lo guardé por 4 años
en el buró
hasta que fue encon-
trado por
nuestro hijo.
Ahora es
su escoba. Muy
pequeñita.
Des-
hilachada.
Pútrida
tarántula
ceñida torpemente
con un listón azul.

La historia siempre sucede varias veces.
La primera, como caos.

Las demás, como karaoke.

El azar es un álbum. Un muro
de fragmentos humanos.

Es lo que pasa con
los deportistas extremos cuando triunfan:
se borran como una pintura.

Pero luego dejé de ser muchacho y fui sustituido por muchachos más guapos, con
mejores ideas, con más talento
que yo.
Por muchachos que me caen mucho mejor que yo.
Así que ya no soy un poeta joven.

Transcribí fragmentos de un manual de ingeniería
mecánica y los firmé como poemas en el año 2000.
Acudí a muchos encuentros de escritores nada más
para lanzarme, vestido, a las albercas (antes de que Luis
Jorge Boone jurara suplantarme –promesa que
incumplió).

Compré Mansalva en el Correo del Libro
y fotocopié a Anthony Hecht en la biblioteca Pape
y encontré mucha basura lírica en las librerías
de viejo de Torreón. Leí Invisible de Pedro Pietri
en 1991
en la casa de Martha Margarita Tamez.
Leí a Kenneth Goldsmith antes que Heriberto Yépez.

No soy un poeta joven pero lo fui alguna vez.
Lo fui cuando José de Jesús Sampedro llegó al taller de Miguel Donoso Pareja
con una camisa color rosa chillante y unos inmensos Ray Ban (yo leía
pacientemente a
Apollinaire).
Lo fui cuando José Eugenio Sánchez publicó
El mar es un espejismo del cielo. Le dije: “con ese título
más parece bolero de Los Panchos”.
Anduve por ahí. Fui el primero
en usar la palabra “sayayín” en un jaikú. Mi tutor del FONCA
me retiró el saludo.
Pero todos sabemos lo que vino después: yo nunca estuve
equivocado.

Me voy quedando atrás de los becarios de la
FLM y el Programa de
Jóvenes Creadores. Soy un viejo
despotricando contra chicos que escanden su slam poetry
con nostalgia (prestada) por Amiri Baraka
y The Nuyorican Café.
No soy un poeta joven.
No soy un poeta joven.
Me doy cuenta cuando los fans de Círculo de Poesía me tachan de
cocainómano
y me prohíben usar la palabra semiótica en su página web.

No soy un poeta joven pero lo fui alguna vez.
Lo fui cuando Pinochet gobernaba a los chilenos.
Lo fui cuando Raúl Zurita se quemó con la cuchara.
Ahora no escribo más versos.
Ahora no escribo más versos.
Y sí:
me siento confundido cuando Dani Umpi se disfraza de abejita.
Y sí:
me aterra que los ciber-neo-eruditos suban a mi TL bibliografías
completas
de medio millón de Grandes Escritores Latinoamericanos nacidos entre 1940
y 1982.