por primera avidez empecé a esmerarme en alguien, quiero decir alguien que no fuera yo. Eso lo cambia todo, Marie. Tener miedo por otro, otro que no seas tú. No sabes la suerte que tienes.
Daniela Jiménezhas quoted3 days ago
Y si una no tiene ganas de ver a nadie, ¿qué? No podemos... desaparecer.
Daniela Jiménezhas quoted3 days ago
fin se acerca, Marie, aceptémoslo. Me refiero al fin de la mente, a que se me vaya la cabeza, fiuuu, a que las palabras echen a volar. El fin del cuerpo no sé cuándo llegará, claro, pero el fin de la mente ya ha empezado,
Daniela Jiménezhas quoted3 days ago
Son las palabras que quiero usar las que se descabullen. Además, no sirve de nada, sé muy bien cómo va a acabar todo esto. Al final no quedará nada, se me acabarán las palabras, ya verás. O diré cualquier cosa para llenar el vacío. ¿Te imaginas? Un monóxido... un monóglota de vieja bruja solidaria...
Daniela Jiménezhas quoted3 days ago
te gustan los viejos.
–Sí..., o sea, a ver..., me gusta trabajar con los viejos, sí. Me parece muy... interesante.
–Vaya. Qué furioso... La verdad, con lo poco que tenemos que decir...
–Bueno, ese es mi trabajo precisamente: ayudaros a decir... todo lo que queréis decir. Y a menudo es muy interesante.
Daniela Jiménezhas quoted3 days ago
–No se arreglará, ¿verdad?
–¿El qué?
–Todo esto. Lo que se va, lo que se esfuga a toda velocidad. ¿No se arreglará?
–Trabajaremos juntos para que se arregle, Michka, siempre que estés dispuesta.
–Ya, pero... ¿la verdad sea dicha?
Dudo un segundo antes de responder.
–Podemos ralentizarlo, pero no podemos detenerlo.
Daniela Jiménezhas quoted3 days ago
–¿Por qué dices «la gente mayor»? Deberías decir «los viejos». No está mal «los viejos». Hay que hablar preclaro. ¿No dices «los jóvenes»? ¿No dices «la gente joven»?
Daniela Jiménezhas quoted7 days ago
Adoro el temblor de sus voces. Su fragilidad. Su ternura. Adoro sus palabras distorsionadas, aproximadas, extraviadas. Adoro sus silencios. Y lo guardo todo, incluso cuando ya están muertos.
Daniela Jiménezhas quoted7 days ago
Me gusta ver fotos suyas de cuando miraban al objetivo sin tener la menor idea del deterioro que iban a sufrir –o era una idea puramente teórica–, de cuando se mantenían en pie sin necesidad de ninguna ayuda. Me gusta descubrirlos en la flor de la vida, pero ¿qué edad es esa? ¿Los veinte? ¿Los treinta? ¿Los cuarenta? A veces me resulta imposible ver la relación entre la muchacha o el muchacho de la foto y la persona que tengo sentada enfrente. Ni haciendo gala de la mayor perspicacia, del mayor discernimiento, consigo establecer un nexo de unión entre ambos cuerpos: el cuerpo liviano, arrogante de la juventud, y el cuerpo mermado, deforme del geriátrico.