El 14 de diciembre de 1967, la Asamblea Nacional aprobó en primera ronda la ley Neuwirth sobre la legalización de los anticonceptivos; aunque todavía no estaba subvencionada por la Seguridad Social, la píldora podía venderse libremente en las farmacias. A partir de aquel momento, amplias capas de población tuvieron acceso a la liberación sexual, hasta entonces reservada a las clases directivas, los profesionales liberales y los artistas, así como a algunos empresarios. Es chocante comprobar que a veces se ha presentado la liberación sexual como si fuera un sueño comunitario, cuando en realidad se trataba de un nuevo escalón en la progresiva escalada histórica del individualismo. Como indica la bonita palabra francesa ménage, la pareja y la familia eran el último islote de comunismo primitivo en el seno de la sociedad liberal. La liberación sexual provocó la destrucción de esas comunidades intermediarias, las últimas que separaban al individuo del mercado. Este proceso de destrucción continúa en la actualidad.