La vida privada y pública de Sócrates

manifestado precozmente con su tozuda insistencia en hacer de todos nosotros hombres buenos y bellos, conocedores pertinaces de la virtud y de nosotros mismos;

dejación constante de sus responsabilidades familiares, en especial con sus tres hijos, Lamprocles, Sofronisco y Menéxeno, según una tradición que emana de la escuela aristotélica, no muy sobrados de talento.

Jantipa, su malcarada esposa, tan maltratada por la tradición; y de Mirto, para algunos su segunda esposa.

Fenareta, cuyo nombre sospechosamente significa la que hace aprender la virtud

su método filosófico, la mayéutica, y su auxilio en el siempre tortuoso momento de dar a luz una idea,

absorto y ensimismado en sus pensamientos, y continuando con la profesión de su padre, Sofronisco;

Sócrates, un hombre de acción; nacido en Viena y formado en Berlín y París, secretario de prensa de ministros y de ministerios, dotado también del oficio de editor.

Una paradoja, sin lugar a dudas, el que un autor maestro del arte de la biografía fuese tan esquivo, tan elusivo en mostrarse a sí mismo, tan celoso de una privacidad que no permite más que buscar su identidad a través de sus obras