continuación, los habitantes de Londres reclamaron y obtuvieron la expulsión total de esos córvidos. Se mató a miles de aves y se destruyeron todos sus nidos. Sólo el rey Carlos II no quiso seguir ese impulso de aniquilación. Un vidente le había profetizado que el reino sufriría un gran daño y el palacio se desmoronaría como arena si se expulsaban todos los cuervos de la Torre. Esto dio que pensar al rey y, en consecuencia, dispuso que se debían criar seis cuervos en la Torre y les dio un guardián. Ese guardián, llamado oficialmente Yeoman Raven