Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptarlo porque el sufrimiento se convierte en su única y singular tarea. Es más, tendrá que llegar a la conciencia de que ese destino doloroso le otorga el valor de persona única e irrepetible. Nadie puede redimirlo de su sufrimiento ni sufrir por él. Sin embargo, es en su actitud frente al dolor donde reside la posibilidad de conseguir un logro excepcional.