Pero, aunque se ha ahuyentado a la serpiente, no se la ha matado. Hemos avanzado respecto a los hombres de aquel pasado más tosco en la misma medida en que lo han hecho nuestras supersticiones, que, si bien igualmente absurdas, también son menos crueles que las suyas, y no hacen daño a nadie más que a nosotros mismos.