A la colaboración entre Raspita y yo se debe que yo nunca haya podido aprender a sacar raíz cuadrada o raíz cúbica de un número. Esta deficiencia, que yo consideraba una desgracia, me persiguió hasta la Escuela de Ingeniería, en donde descubrí con satisfacción, que el setenta por ciento de los maestros compartía mi incapacidad y la remediaba usando la regla de cálculo, que para eso es.