A salvo de su acusador, Bird bajó por la escalera de caracol. Quizá Himiko tenía razón y efectivamente existía un grupo de jóvenes dispuestos a acudir en su ayuda en cuanto se metiera en líos o problemas. Durante los minutos que tardó en descender los escalones, aunque de vez en cuando frunciera el entrecejo ante la acidez que sentía en la boca y la garganta, durante esos escasos minutos, Bird se sintió feliz.