A tres metros sobre el cielo

Se dice que, cuando uno muere, ve pasar ante sus ojos los momentos más significativos de su vida.

A Babi le da un vuelco el corazón. Pallina lo nota enseguida.
—Eh, no te me mueras, ¿vale?

Durante un rato, sueña con los ojos abiertos.

Se desengaña sola, al igual que, sola, se había engañado.

En cualquier caso, hay que darse prisa. Ciertas locuras sólo son verdaderamente divertidas a una cierta edad.

Está allí, en lo alto, inalcanzable. Allí donde sólo llegan los enamorados: «Tú y yo… Tres metros sobre el cielo.»

Tengo miedo.
—¿De qué?
—De no volver a ser nunca tan feliz…

Palabras susurradas entre labios que casi se pueden tocar.

Una ola más decidida que las demás acaba de borrar aquel corazón. Nadie podrá, sin embargo, cancelar aquel momento en sus recuerdos.

Ella, simple abono de esa planta que a menudo florece sobre la tumba de un amor marchito.