Vivimos en un mundo en el que se suele silenciar a las mujeres, muchas veces de forma violenta. Pero la indignación diaria de ser silenciada así nomás, como si nada, es hasta tal punto intrínseca a la experiencia de toda mujer que casos poco dramáticos, como la interrupción brusca de un mozo o un docente, pueden terminar ilustrando mejor que los ejemplos más draconianos el papel que tiene el silencio a la hora de mantener las relaciones de poder existentes en la sociedad.