El primer gran filósofo del «no» fue Étienne de La Boétie, autor de un pequeño gran tratado titulado De la servidumbre voluntaria, que escribió con apenas dieciocho años. Nada más leerlo, Montaigne buscó su amistad, de la que gozó durante unos pocos años. Porque, precoz en todo, La Boétie murió a los treinta y tres. Devastado, Montaigne decidió escribir sus Ensayos para que le sirviesen de marco a esta obra (que había de aparecer reproducida íntegramente en su parte central).