Experiencias del dolor

dudas sobre su sinceridad. El sufrimiento no es menos real, pero escapa a las categorías biomédicas e implica interrogar a las fracturas de la existencia

Que la queja se sostenga, incluso su incremento, a menudo está relacionado con la falta de respuesta del entorno o de los médicos. Resuena sobre el fondo de una falta de reconocimiento que el paciente vive como

El efecto benéfico de un contacto físico por supuesto implica que sea el apropiado para la situación, aunque vaya más allá de los dolores comunes. El otro se abandona a la caricia o al toque que sea, o responde con fervor. Si bien el dolor es aceptado, la mano que reconforta opera como una transfusión de vida. Le recuerda a la persona dolorida que no está sola frente a su experiencia. Está en las manos de otro que lo sostiene

En nuestras sociedades el contacto con el cuerpo del otro está estrechamente regido por el borramiento y la distancia (Le Breton, 2008). Una reserva personal, un espacio de intimidad que se prolonga en el cuerpo e instaura una frontera que no se rompe sin un acuerdo mutuo

Ya no se trataba de amarla por lo que ella me dio, se trataba de amarla para darle a ella

Una mano se posa sobre una frente o un hombro, palmea un brazo. Trata de romper la separación y señala la solidaridad, el acuerdo emocional; certifica una presencia amistosa, un acompañamiento del dolor. El contacto piel a piel da un respiro al sufrimiento, un eventual apoyo para repelerlo. El individuo deshecho encuentra brazos para sostener su abandono y conjurar el sentimiento de caída en el vacío experimentado hasta entonces

contacto cuerpo a cuerpo con una persona desconocida es un hecho raro, expone a un abandono a los movimientos del otro

No somos tocados del mismo modo como somos escuchados o vistos (Le Breton, 2006

queja es un acto del lenguaje cuando la palabra se deshace

Si pudiera, aliviaría a los que sufren, lo haría, pero yo no sería ni mejor ni peor si intento hacer mío el sufrimiento de los otros (Allué, 1996, 188-189). Así siente también Claire Marin, lastimada infinitamente por el sufrimiento. “Nuestro dolor nos vuelve más indiferentes todavía al de los demás, como si su exceso volviera insoportable cualquier otra queja. Más nos debilita la enfermedad, nos afecta, más acelera nuestra ceguera y nuestra insensibilidad. No quedan energías para la compasión”