Mujeres jóvenes, veinteañeras, con aire asustadizo y un poco avergonzadas, como si acabaran de descubrirlas viendo pornografía. Pero también hay hombres. Maridos y novios que han sido traídos a la fuerza; de esos con gafas de montura de metal, barba de tres días y codos protuberantes que sobresalen de los brazos como los nudos de las ramas