Su conocimiento de los aportes eruditos muestra que Gibbon, aunque no fue personalmente un anticuario, valoró su trabajo y se apasionó con los hechos, aun los menudos y triviales, pues cada uno podía proporcionarle un fragmento para el gran relato que iba componiendo en su mente. Su primera tarea fue ordenarlos, compaginarlos, hacerlos compatibles. Un instrumento fundamental fue la cronología, pues la fijación de las fechas era una cuestión que en el siglo XVIII estaba lejos de ser resuelta