A estas alturas no quedan atalayas que defender, salvo las propias, y las vanguardias son reliquias del pasado. Ser punta de lanza significa dar la cara, ir el primero hacia la gloria o hacia el abismo, que a veces visten igual; ser el abanderado cuyo trapo será recogido, en caso de caer, por el siguiente en la fila; el rompehielos, no el que marca tendencia, pero sí el que abre el camino; el que empezará a contar la historia, y las historias son eso, palabras que cobran forma antes de dormir, pedacitos de la vida de cualquiera y a veces valen solo para entretener y otras para sobrevivir. Cada uno decide cómo dar forma a su barro y el valor de su torno.