Yo había trabajado en Planeta con Alejandro Ulloa, que evaluaba los trabajos de edición y corrección con gran rigurosidad y una estricta mirada profesional. Además de saber todo lo que se necesita saber para que un libro esté bien editado, Alejandro tenía una capacidad poco común para manejar cincuenta problemas a la vez: sabía seleccionar a quienes iban a encargarse de cada tarea, coordinar equipos, delegar decisiones, evaluar desempeños, diferenciar qué tipo de intervenciones requería un libro cuyo fuerte era la potencialidad comercial y qué tipo de trabajo necesitaba otro cuyo principal valor era el literario.