El nombre de Daniel Buren se encuentra vinculado, desde mediados de los años sesenta, a una vía de producción en el arte contemporáneo que ha procedido a la paulatina pero incesante deconstrucción de los diferentes fundamentos sobre los que se apoya la maquinaria institucional. Sus reiterados cuestionamientos del marco de exhibición constituido por el museo/galería (nada en él es neutral, ningún elemento se encuentra exento de contenido político), así como el enriquecimiento del concepto de «arte público» que su obra ha supuesto, lo convierten, sin duda alguna, en uno de los nombres imprescindibles del arte de las últimas décadas.