Sturla Sighvatsson contó a su amigo que se había soñado con una salchicha en la mano, que la había enderezado, partido por la mitad con las manos y dado la mitad a este mismo amigo. Además, sabía que el sueño estaba ocurriendo ahora, en el instante mismo en que le contaba el sueño a su amigo, con una salchicha en la mano.