En lo que respecta al ADN humano de una ciudad, podría parecer que sus multitudes componen un triángulo. En un lado del triángulo se encuentra el comportamiento masificado; en el segundo, el comportamiento indiferente; y en el tercero, sentimientos más sociables. Las construcciones de Haussmann para París, en la lógica militar de calles largas y anchas a lo largo de las cuales pudieran desplazarse los cañones, respondían a la concepción de la multitud como masa turbulenta. Irónicamente, los bulevares se convirtieron en lugares de reunión para la gente. Cerdà y Olmsted creían en la sociabilidad de la multitud, ya fuera en las esquinas o, al margen de las calles, en los parques. En todo caso, la imagen del triángulo no transmite la complejidad de la multitud tal como Simmel la entendía, esto es, la experiencia de densidad en las calles que impulsa a los individuos a replegarse sobre sí mismos para proteger su subjetividad.