generosidad, capacidad de organización y mediación, trabajo en equipo, empatía. Unas prácticas basadas en la cooperación y no en la competición, unos procesos colaborativos en los que los conocimientos se comparten y se entretejen para reconocer una realidad compleja, al tiempo que se pueden encontrar soluciones asociativas, ni mágicas ni impuestas, en las que prima el derecho a la vida.