Mãn

Así pues, para estar a la altura del aciago título de madre «sarnosa» que se le había infligido, le enseñaba a sus hijos cómo detestar a Mamá y a sus hermanas mayores

No quería que su padre viese cómo sus hijos se desgarraban unos a otros, pues ya era al mismo tiempo testigo y juez del desgarro de su país, de su cultura, de su pueblo

. Se alejó unos metros, para no comprometer la reputación de Mamá

. En Vietnam, las cafeterías cuyas sillas miraban a la calle, como en Francia, estaban destinadas a los hombres

Mi mirada no era necesaria, sólo contaba la suya

Como ella estaba preparando su muerte, me buscó un marido que reuniese las cualidades de un padre

Mamá me confió a ese hombre por amor maternal

Las madres enseñaban a las hijas a cocinar en voz baja, entre murmullos, no fuera a ser que las vecinas les robaran las recetas y así pudiesen seducir a sus maridos con los mismos platos.

El lunes, segundo día de la semana, era el más bonito de todos porque s

Mi primera madre, la que me concibió y me trajo al mundo, tenía un agujero en la cabeza. Debía de ser joven, quizá una muchacha todavía, porque ninguna mujer vietnamita adulta se habría atrevido a gestar un bebé sin llevar un anillo en el dedo