Mãn

porque a Julie no le faltaba nada, tenía muchísimo que ofrecer y, sobre todo, lo daba todo a todos. Era repartidora de felicidad

frotando una raíz de cúrcuma sobre una herida que acababa de curarse para impedir que dejase cicatriz

Había que aprender a utilizar la mantequilla, la leche, la vainilla, el chocolate… ingredientes que nos eran tan extraños como los métodos de cocción

gente quema incienso, dinero y ropa de papel para ayudar a los fantasmas a liberarse, a abandonar el mundo de los vivos, que no deja sitio para ellos

Todos los años, en el séptimo mes lunar, la

las vietnamitas, que lloran lo más silenciosamente posible. Sólo las plañideras profesionales contratadas para los entierros podían gesticular y manifestar el dolor en sus rasgos sin que se las considerase poco elegantes.

Mamá me explicó qué significaba «ficción» con la siguiente frase de Albert Camus en El extranjero: «Por la noche, Marie vino a buscarme y me preguntó si quería casarme con ella», pues para nosotras era impensable que una mujer pudiese manifestar tal deseo

Según él, las golondrinas profesaban un amor paciente e infinito a sus polluelos porque eran las únicas que fabricaban sus nidos sólo con ayuda de su saliva. Al comer los nidos, tendríamos más oportunidades de ser padres a nuestra vez.

Sólo las clientas quebequenses que habían adoptado un niño en Vietnam se atrevían a acercarse con una mirada virgen y me ofrecían una página en blanco

porque creemos con firmeza que somos lo que nuestros antepasados fueron, que nuestros destinos responden a los gestos de las vidas que nos precedieron